viernes, 20 de agosto de 2010

20.08.10 LA TERCERA ENTRADA

LA MALDITA RUTINA



Una de las frases célebres más citadas, uno de los clichés más repetidos, uno de los consuelos más desgatados, una de las verdades que mientras más mediocres más absolutas son, se resume en lo siguiente: Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.

Pues bien, el puerto seguro se convierte en alivio cuando se descubre, en buen abrigo cuando se necesita, y en el lugar más aburrido del mundo cuando se termina de conocer. En pocas palabras, la rutina acaba con todo: con la pasión, con la lujuria, con el ímpetu, con la necesidad, con la conmoción.

Somos tan complejos, tan inseguros, tan inconformes y tan incapaces de saber manejar la intimidad con nuestras personas más cercanas; que cuando alcanzamos la tan importante seguridad, simplemente dejamos de valorarla. Incluso la desechamos, desconocemos su belleza, sus beneficios, sus aptitudes.

Preferimos salir al mundo a picotear en otro recovecos, arriesgar la meta obtenida para saborear la sorpresa, el peligro, la novedad. Porque la novedad impera siempre, aunque esa novedad sea un barranco seguro.

Cuando era más joven, cuando tenía más paciencia, cuando contaba con el tiempo y con las ganas de hacer el intento por comprender a los demás, sentía una necesidad apasionante por luchar contra el aburrimiento y la rutina. Cosía y descosía mi cabeza tratando de entregarlo todo sin perder la sorpresa, la novedad, la pasión. Y en cada fracaso, me invadía un explicable sentimiento de culpa. Me sentía derrotada.

Hoy es distinto, la derrota no es mía. La derrota de ese alguien que se deja apabullar por los sentimientos cuando son verdaderos.

Así que bajé las armas y me crucé de brazos. Si no estás dispuesto a reconocer la importancia del amor sincero, de la entrega total… de la vida en común… te deseo suerte y que te vaya muy bien. Mi conciencia está limpia, mi alma tranquila y como vinimos solos al mundo, y del mundo nos vamos igual de solos… chau chau sin rencor alguno.

Allá tú.

domingo, 8 de agosto de 2010

08.08.10 LA SEGUNDA ENTRADA

LA ESTABILIDAD



¿Qué es lo que tenemos con la estabilidad? La deseamos tanto, pero tanto… como si se tratara del premio gordo de la lotería, de la garantía necesaria para la felicidad absoluta, o el cumplimiento de la promesa más hermosa que jamás nos hubiesen hecho.

La estabilidad material, financiera, emocional, sentimental, íntima… Esa certeza de que podemos confiarnos en el lugar en el que estamos, con la persona con la que estamos, porque todo irá bien hasta el final. No hay por qué temer, estamos en puerto seguro.

El ser humano es cambiante, una especie de adicto a lo desconocido, a las aventuras, a la libertad plena de hacer lo que sea cuando sea y como mejor lo prefiramos. Pero, aunque muchos lo nieguen y algunos valientes lo reconozcan, la estabilidad es esa pieza que siempre falta a nuestro rompecabezas. Y la estabilidad es todo lo contrario a aquella extraña adicción.

Los que niegan al matrimonio como forma de vida, igual buscan una pareja con quien compartir su vida, armar proyectos de futuro y sentarse a esperar que la vejez finalmente los alcance. Con papel firmado de por medio o no, independientemente del libertinaje o la cuestionable fidelidad, todo ser humano al llegar a su adultez busca con quien construir una historia. Como se dice… cada oveja con su pareja.

En días como hoy, es un mal común en la raza masculina encontrar a los traumatizados con la estabilidad, aquellos que le tienen miedo al compromiso y viven aferrados a la cómoda frase “puede ser”. Puede ser que haya futuro, puede ser que te quiera o no, puede ser que seas el amor de mi vida, puede ser que vayamos juntos a la playa, puede ser que pida un aumento, puede ser que regrese a los estudios, puede ser que asegure el carro, puede ser… puede ser…. puede ser…

Pero, incluso, el clan de los “puede ser” busca el equilibrio. Algo y alguien para confiar, para depositar allí su sentimiento de calma, una luz en el camino, una guía para sus decisiones. Busca, a pesar de todo, la estabilidad. Pero cuando se trata de pareja, que respondan todas las interrogantes con un simplón “puede ser” es un arma de doble filo. Porque si esta raza masculina de la tipología específica “puede ser” reserva sus promesas, sus palabras de aliento o cualquier frase afirmativa que termine comprometiéndolos, la pareja en cuestión no tiene manera de conocer sus sentimientos, de también encontrar la estabilidad en un viceversa silencioso y huidizo. Entonces, la pareja, harta de los “puede ser”, eleva anclas, levanta vuelo y se larga… tan simple como la respuesta genérica y talla única: “puede ser”.

Y es que la fobia al compromiso, en el fondo, no es excluyente de la búsqueda de la estabilidad. Porque la fobia al compromiso es, nada más y nada menos, que miedo al fracaso, alergia al tropiezo, temor a resultar herido en un intento fallido por encontrar el amor o el éxito. En el fondo, muy muy pero muy en el fondo, los anti-compromiso son tan románticos como el resto de nosotros. Pero primero muertos que confesando una verdad tan vergonzosa ¿cierto?

Ese miedo a salir lastimados, a sentir de cerca la etiqueta del fracaso, el dolor de un tropiezo más en nuestra historia de vida o el sufrimiento al salir lastimado en el intento se traduce en un breve síntoma que todo lo une: temor a la soledad. Todos le tememos a la soledad. El ser humano es un ser sociable. Vinimos al mundo para estar en sociedad, para conocernos unos a otros, para aprender a amarnos y aceptarnos, para querer y ser queridos, para aprender y dictar lecciones. En definitiva, estamos diseñados para socializar. Lo contrario a eso es vivir en soledad, aislados del resto del mundo. La soledad es contranatural, va en contra de nuestra arquitectura humana.

Así que la estabilidad es el fin común, el fin último, la búsqueda final… la meta. Estabilidad emocional para afrontar los retos, estabilidad sentimental para no estar solos y estabilidad económica para disfrutar con cierto confort el triunfo de encontrar a ese alguien quien se convierta en nuestro compañero o compañera de viaje. La estabilidad es equilibrio, equilibrio es tranquilidad y la tranquilidad, ese respiro de satisfacción, es… la tan anhelada felicidad.

Entonces, vuelvo a preguntarme ¿qué es lo que tenemos con la estabilidad que tanto la necesitamos? Porque todos queremos ser felices. Después de todo, no hay tanto misterio ¿cierto?

sábado, 7 de agosto de 2010

07.08.10 LA PRIMERA ENTRADA

A MODO DE BIENVENIDA


Vivimos en una época plagada de clichés y modas baratas que van y vienen según lo dicte el antojo de los grandes titiriteros de la cultura de masas. Unas cuantas características repetitivas y listo, tienes un nuevo personaje al que le dan vida en cine, radio y televisión. En los libros. En las canciones. En las historietas. En las páginas webs más visitadas. Y así, casi sin darnos cuenta, van robándonos nuestra capacidad de ser únicos, moldeándonos al ritmo de recreaciones de nosotros mismos a través de las ondas hertzianas, de la pantalla chica, de la gran meca, del papel y del mundo virtual.

Podemos leernos a nosotros mismos y, entonces, casi por ósmosis, nos unimos al club, tomamos el renglón que más se nos parece, formamos parte del clan y finito, hasta ahí llegó nuestra autenticidad. Pasamos a vivir en el gran espejo de los humanos, cada día multiplicándose más, superpoblando a este pobre planeta en crisis y decadencia.

Quizás por eso me animo a hilvanar un par de frases con cierto sentido, tratando de darle vueltas a este asunto de la época plagada de clichés y modas baratas que van y vienen según lo dicte el antojo de los grandes titiriteros de la cultura de masas. Tal vez buscando respuestas, tal vez cuestionando lo que ya es incuestionable… tal vez quemando un poco los ratos de ocio dando vueltas y vueltas sobre un tema que probablemente carezca de sentido práctico, pero que incita al ejercicio del sentido crítico.

Escribir por escribir, a la espera de que el teclear incesante me lleve a algún espacio mágico donde todo el enredo resulte en un pasatiempo útil.